21 enero 2006

Amenaza China

En el suplemento semanal de El País del domingo 15 de enero encontramos una nueva prueba de la crisis del téxtil que asola Europa: un empresario castellano relata cómo todavía no ha podido pagar las nóminas de noviembre a mediados de diciembre a causa del descenso de ventas que ha sufrido desde la apertura del mercado, o más bién, desde que se levantaron los aranceles a la importación de téxtil chino, ya que aún contamos con medidas de protección no arancelaria - quotas a la importación, establecidas el pasado verano.
La economía clásica considera que las quotas producen un efecto positivo al exportador, ya que le permiten incrementar su precio de venta en base a la menor oferta disponible. El caso chino, pero, parece apartarse de la premisa, en parte debido a su gigantesca producción: la posibilidad de inundar el mercado le garantizaría beneficios mucho mayores. No quiero hacer un análisis económico de la situación, ya que ésto pertenece a una disciplina en la que no estoy suficientemente versado, pero quiero analizar sucintamente el devenir de la situación.
Para cualquier análisis, debemos primero observar los hechos la realidad de China, un estado que dispone de una competitividad potencial que va mucho más allá de la capacidad de las economías europeas, que, además, se manifiesta mucho más en el mercado téxtil. Esto se debe a la naturaleza del producto -bajo en valor añadido, por sus mínimos requerimientos tecnológicos que facilitan que con una mínima disponiblidad tecnológica se pueda producir un ítem de cierta calidad- y en el coste de la mano de obra -los salarios chinos suponen una fracción de los españoles, lo que implica un coste final del producto menor. Al combinarse cierta calidad con bajos precios y levantamiento de aranceles, tenemos la fórmula mágica de la competitividad interncional. Si además disponemos de un productor con una capacidad casi ilimitada, que puede inundar el mercado con suma facilidad, encontramos la situación actual.
La clave de la situación parece ser los bajos salarios: el ciudadano chino tiene una cualificación media, a la que, en principio, correspondería una retribución media. En sistema político chino, pero, le atorga una retribución mínima, con la que garantiza únicamente su supervivencia. Esto debería cambiar en los próximos años: la presión de la clase trabajadora difícilmente podrá frenarse durante más tiempo, ya que los empleados deberán apreciar la acumulación de renta por parte de los capitalistas en su beneficio (que curioso que en un estado marxista-maoísta la plusválua esté tan presente, pero eso queda en la peculiar naturaleza del régimen) y naturalmente exigirán mejoras en su condición a expensas de los beneficios de los accionistas. Antes o después se deberán conceder estas medidas, lo que implicará un incremento de costes y un mayor precio final.
Es decir, la situación china es transitoria. Cómo siempre pero, esto tiene un problema de base: ¿cúanto tardará China en incrementar sus costes de producción? La respuesta pertenece más al ámbito de la parapsicología que a la ciencia política o a la economía. El gobierno del Partido Comunista Chino (PCC) está implementando medidas que conducen irremediablemente a una economía abierta y de mercado. Está más o menos demostrado que un incremento de rendas generalizado en la población conduce a la exigencia de régimenes más abiertos, digamos democráticos. En estos regímenes la ciudadanía dispone de medios de feedback para exigir mejores condiciones vitales, incluyendo mejores retribuciones.
Actualmente, el PCC controla directamente el mercado laboral, y al parecer su política encaja con los preceptos liberales más exacerbados, favoreciendo claramente los intereses económicos por encima de los sociales por medio de un control burocrático que limita el estatus del ciudadano (de nuevo, un peculiar estado comunista). Sólo el cambio de esta capacidad o política se podría garantizar el susodicho incremento de costes laborales: mejorar el nivel de vida chino significaría reducir su competitividad comercial internacional. Lograr ésto depende sólo de la voluntad del PCC, ya que el aparato gubernamental ha dejado muy claro que es capaz de repelir con éxito cualquier tipo de alzamiento popular (sirva de ejemplo Tianangmenn, 1991 o la infame revolución cultural de mediados de los '70). Queda muy claro que el PCC incorpora a una gran masa de población burguesa, y que éstos son conscientes de lo que puede pasar si se exigen más reformas, en especial las que refieren a las libertades individuales, por lo que los nuevos comerciantes enriquecidos que forman parte del partido, jamás las tirarán adelante.
Resumiendo, que en el corto plazo, las medidas no prosperarán y China seguirá gozando de una enorme comepetitividad comercial. Pintan bastos para el téxtil europeo, en especial el téxtil de calidad media-baja. Sus elevados salarios reducen las posibilidades de proporcionar precios competentes en el mercado, con lo que el consumidor, ante calidades similares, elije el precio más bajo y el productor menos competitivo se arruina.
La solución puede provenir de dos posiciones distintas: la reincorporación de los aranceles o la mejora de la productividad. La primera choca con los preceptos que guían nuestra economía, niega la política de la OMC y perjudica al consumidor-ciudadano. Se debe descartar en un marco de economía abierta y justa. La segunda solución, pero, suena utópica: debemos producir mejor. Y además hay que hacerlo en un breve espacio de tiempo, ya que estamos en plena cuenta atrás. Pero... no es eso lo que llevan haciendo todas las empresas privadas (o almenos las serias, que también las hay) desde el día de su fundación? Confiar en la aparición milagrosa de una nueva tecnología de fácil implantación parece creer en cuentos de hadas.
¿Qué queda pués? los mercados no se cerrarán y las nuevas tecnologías no llegarán. Los productores téxtiles ya reciben subvenciones, pero siguen sin ser capaces de tirar adelante la situación...
¿Qué faries tu, Ramon? ;)

1 comentario:

Catalonia Online dijo...

El repte que representa la competitivitat xinesa per els mercats europeus s’ha d’analitzar des dels diferents punts de vista dels consumidors i dels productors occidentals i també dels efectes que tindrà per Xina. Intentaré fer una explicació breu, i per tant simplificadora, del meu parer.
Pels consumidors europeus l’entrada al mercat d’un gran productor com Xina és positiva. Cenyint-nos a l’exemple de la indústria tèxtil que comentes, la demanda europea té la capacitat de comprar productes de qualitat semblant (recordem que és un bé que no necessita tecnologia punta per ser produït) a un preu més baix. En aquest cas l’article podria titular-se “L’oportunitat xinesa”.
Des del punt de vista dels productors, l’aparició de Xina significa més competidors –i molt potents. A llarg termini, les empreses europees no poden competir en la producció perquè els costos de les empreses xineses són molt més baixos (especialment els laborals). Així doncs, els productors europeus s’han d’especialitzar (paraula clau en l’economia globalitzada actual) en les fases del procés productiu amb més valor afegit: el disseny i la distribució (sobretot marketing) del producte.
Des del punt de vista socioeconòmic, permetre el desenvolupament industrial i comercial del gegant asiàtic (és a dir, no posar traves al comerç internacional com els aranzels) revertirà en benefici de la seva població. Com tu comentes, els nivells de renda per càpita augmentaran i les futures classes mitjanes demandaran una transició cap a un model polític més obert: el liberalisme pot portar creixement i estabilitat per una regió central del planeta durant el segle XXI.