En primer término, podríamos pensar que se trata de una mera justificación de los enormes costes presupuestarios que implica el mantenimiento de un arsenal de estas características, en cuestión desde la desaparición del enemigo soviético, que era, en última instancia, el elemento causante del deseo de las democracias liberales europeas para aspirar a la posesión de tal armamento.
Hoy en día, la configuración de la amenaza ha sufrido una enorme mutación. De un enemigo claramente definido hemos pasado a una amenaza descentralizada, basada en la guerra de guerrilla, ante la que es complicadísimo diseñar una solución militar efectiva. En efecto, la amenaza terrorista islamista es el nuevo enemigo de los liberales occidentales. Esta vez, pero, nuestros poderosos ejércitos parecen ineficaces para garantizar la seguridad: las diferentes acciones emprendidas contra el terrorismo no sólo no han resultado adecuadas, sinó que parecen haver agravado el problema. Así, el ataque a Afghanistán logró imponer un dominio territorial, pero no consiguió el objetivo básico de cazar a Bin Laden - objetivo que por otro lado no hubiese servido de mucho, puesto que su detención o ejecución sólo habría creado un mártir que enardeciese la causa radical. La siguiente acción, el ataque a Irak, ha sido tan inútil e inadecuada que sólo ha conseguido multiplicar el problema, consiguiendo que un estado de ideología baaz (es decir, laica y nacionalista) que había bloqueado la intromisión de elementos terroristas, haya desaparecido, convirtiéndose en un feudo preferente de Al-Quaida.
Queda así claro que la intervención militar tradicional no sirve de nada ante estos elementos. Considero que la idea de Chirac se basa en éste precepto: si la intervención militar típica es infructuosa, es preciso recorrer a las herramientas no convencionales que se dispone.
Evidentemente, un ataque nuclear masivo sobre algún estado islamista no conseguiria derrotar a los integristas, por su naturaleza descentralizada; pero la amenaza sí puede conseguir segundo efecto disuasorio, ya que el temor a un ataque de este tipo puede refrenar el proceso de reclutamiento de guerrilleros-terroristas por parte de estas agrupaciones.
Evidentemente, un ataque nuclear masivo sobre algún estado islamista no conseguiria derrotar a los integristas, por su naturaleza descentralizada; pero la amenaza sí puede conseguir segundo efecto disuasorio, ya que el temor a un ataque de este tipo puede refrenar el proceso de reclutamiento de guerrilleros-terroristas por parte de estas agrupaciones.
La idea es infringir el temor a la reacción agresiva francesa ante un ataque. El terrorista que pretenda un acto sobre el territorio francés debería pensarlo dos veces, si la contrapartida puede significar la erradicación de sus seres más allegados.
En principio, la estrategia parece acertada. En un marco de razón pura la trama es definitiva, pero la razón pura ya la criticó Kant. Lo que no podemos predecir es si realmente esta amenaza sirve de algo ante elementos radicalizados y que consideran que tienen muy poco a perder, y que además se sienten protegidos por su descentralización y anonimato.
Pese a esto, creo que Chirac ha acertado recordando la condición nuclear francesa. De hecho, las democracias liberales no disponemos de nada más para disuadir a éste nuevo enemigo. Tal vez la llave de la llamada tercera guerra mundial (la Guerra Fría) sirva también para esta cuarta guerra.
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