El sí en el Referéndum sobre la continuidad de la Confederación Serbio de Serbia y Montenegro sí tiene un paralelismo en España.
Lejos de tener implicaciones directas sobre la independencia de Catalunya y Euskal Erría, lo que indica el resultado es el riesgo del nacionalismo integrador, como podríamos llamar ciertas tendencias que conocemos muy bién en esta nación de naciones.
El nacionalismo integrador es un nacionalismo que se escuda en el interés general, en la voluntad de la mayoría de la población, para promocionar una cultura unificada en todo el territorio nacional. El proyecto de la Gran Serbia, nacido antes de la Primera Guerra Mundial, pero persistente todavía en algunas consciencias ultranacionalistas serbias ha muerto de muerte natural.
Es la reacción ante la unificación cultural lo que ha llevado a la rotura de un Estado, el intento de imposición de unos valores que resultaban reacios a la mayoría de la población. La Yugoslavia de Tito era una entidad eminentemente serbia, pero que intentaba respetar algunas diferencias. La Yugsolavia de Milosevic era una que solo entendía lo serbio como propio, lo que llevó a la desintegración del Estado, culminada hace pocos días con el Referéndum.
La lección está clara. La imposición de valores culturales ajenos a territorios diferenciados conlleva peligros evidentes, que generan tensiones de índole nacional y pueden culminar en la verdadera desintegración del Estado. Las imposiciones nunca resultaron positivas para nadie, mientras que el valor del diálogo y la comprensión son las únicas vías de verdaero entendimiento.
25 mayo 2006
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