Ahmadineyad, aunque en calidad de mero portavoz del gobierno iraní, se ha convertido en el político de moda en el panorama internacional. La escalada de tensión a la que asistimos después de que la Unión Europea (UE) y la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) presentase la reclamación al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el programa de enriquecimiento de uranio iraní está llegando al que parece su clímax.
Hoy por hoy no podemos aventurar nada sobre el destino final del programa nuclear, puesto que existen profundas divergencias en las posiciones de los miembros del Consejo de Seguridad. De un lado aparece Estados Unidos, Inglaterra y Francia; que parecen abiertamente favorables a la imposición de sanciones immediatas, mientras que en el reverso se encuentran Rusia y China, mucho más reticentes a las sanciones, y que apuestan por la senda diplomática.
No parece una aventura descabellada vincular la posición de China a su enorme y creciente demanda de combustible, del que Irán es su principal proveedor (no en vano se ratificó un tratado internacional entre ambos Estados en verano de 2004, por una cuantía de cientos de millones de dólares). En Rusia encontramos otra sombra económica, que muy bién justifica la opción diplomática. Así, existen varios convenios entre ambos países, destacando un contrato armamentístico de finales de 2005 y el hecho que la tecnología con la que se está desarrollando el programa iraní es de procedencia rusa.
La posición de Rusia y China, por unas u otras razones, bloquea la imposición de sanciones por parte de las Naciones Unidas. En cualquier momento pueden hacer uso del derecho de veto a una teórica resolución, a una parte o incluso rechazar el orden del día de la sesión en que se tenga que discutir. Es decir, sin un drástico cambio de opinión por parte de estos Estados, no habrá sanciones económicas para Irán, con lo que se proseguirá el camino de la diplomacia.
Irán está ya enriqueciendo uranio. Las últimas notícias hablan de cotas inferiores al 10% requerido para la consecución de la Bomba, pero la OIEA ya ha informado que la tecnología está disponible y que se trata de una cuestión de tiempo. Probablemente Irán consiga disoner de tecnología nuclear ofensiva antes de final del presente año, puesto que ya disponen de los vectores de lanzamiento requeridos. La tasca diplomática posiblemente lleve más tiempo que eso.
Ante esta nueva situación, el próximo debate radicará en la legitimidad del Status Quo internacional. El debate girará en estos términos: ¿Puede un Estado, o una coalición de Estados, en virtud de su victoria en la Segunda Guerra Mundial y al hecho de haber sido los primeros en desarrollar la bomba nuclear imponer a otros Estados soberanos la renuncia a tal armamento?
El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) se firmó en 1968, y hoy está ratificado por 189 Estados, Irán inclusive. Este documento impide la proliferación horizontal y vertical (es decir, evita el desarrollo de más potencia destructiva y niega que más Estados desarrollen tal capacidad), pero no hay duda que los primeros transgresores son los mismos promotores (EUA, UK, URSS-RUS, CHI y FRA), por lo que parece ilegítimo que quieran imponer a otros soberanos lo que ellos mismos incumplen.
La crisis precisa ya de una solución urgente. Hay una clarísima correlación positiva entre la tensión (fácilmente medible por el número de apariciones en prensa del conflicto) y el precio del carburante. A más tensión en Irán, más caro es el petróleo. En una época en la que ya hemos multiplicado por 3 los precios de las crisis de los '70; ¿No acabará siendo más barato aceptar que otro Estado disponga de la Bomba?
2 comentarios:
Y por que no discutimos sobre la eliminación de residuos y la utilización de todas las energias posibles para saturar el mercado antes que se produzca el colapso de las energias fósiles por desaparición de las fuentes de reserva?
Por supuesto. Prometo un post en las próximas horas sobre el tema, que resulta de un interés tremendo en nuestra sociedad.
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