Después de la infame guerra del Golfo Pérsico, enmarcada en la "sacra campaña antiterrorista" de los Estados Unidos, la atención internacional se ha centrado en el desarrollo nuclear de Irán. El estado islámico ha declarado los fines energéticos de su programa, pero datos recientes han demostrado que se ha ocultado la existencia del mismo más de una década. De hecho, sólo las imágenes de los satélites (fué una sonda europea, y en particular una estación receptora situada en Madrid, la que detectó las evidencias del programa) han revelado al mundo las investigaciones iraníes.
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Para comprender la realidad de Irán hay que tener muy presente su naturaleza histórica. Nos encontramos ante un estado con raíces en la civilización persa, es decir, una cultura milenaria que dispuso de un imperio enorme. Eso implica que en su cultura cívica existe una conciencia que no va a arrodillarse ante la imposición internacional, lo que nos lleva a sospechar que sus amenazas no son mera palabrería electoralista.
Observemos cuál es la situación internacional, en particular lo referente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. De los cinco miembros permanentes, encontramos a tres (EUA, UK y Francia) que parecen claramente opuestos al desarrollo del programa, sin condiciones. En el otro lado estaría Rusia y China. Rusia ha sido la proveedora del material que ha servido para desarrollar la tecnología, por lo que su diplomacia deberá defender el uso civil del mismo. De hecho, se han recibido esperanzadoras notícias acerca de la posibilidad que el uranio necesario para el proceso nuclear sea enriquecido por Moscú, manteniéndolo en los niveles seguros, es decir en aproximadamente un 5%. Eso garantizaría que no podría ser utilizado en armas nucleares. China es posiblemente el mayor de los problemas. Sus relaciones con Irán se basan en la importación de energía, principalmente petróleo y gas, lo que supone que para garantizar su aprovisionamiento (que por otro lado se basa en un contrato millonario firmado en agosto de 2004) defenderá una posición ambigua en el consejo.
Parece difícil que China imponga un veto ante una teórica resolución del Consejo, siempre y cuando eso no afecte a su aprovisionamiento. En todo caso, Irán ya ha empezado a retirar sus fondos de los bancos europeos, envíandolos (¿sorprendentemente?) al sur de Asia, ante la posible sanción internacional.
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En resumen, la situación en Oriente Medio es, hoy por hoy, crítica. La reacción internacional debe ser rápida, decidida y sin fisuras. Existen pruebas evidentes del incumpimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear, ratificado por Irán. Si la acción internacional no surte efecto, podemos enfrentarnos a una situación crítica, insostenible a corto plazo. La posibilidad de una agresión a bases americanas en Irak o Kuwait o al propio Israel es totalmente factible a medio plazo, por lo que se deben tomar decisiones immediatamente que garanticen el retorno al status quo.
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