Sobre G. Orwell se pueden decir muchas cosas, pero si una es cierta es que estamos ante uno de los mejores novelistas de todos los tiempos. 1984 es una de las más altas cimas de la literatura, una de esas obras imprescindibles en toda biblioteca de lector apasionado, esporádico o excepcional.
Resulta curioso como algunas de sus fatídicas previsiones ultradictatoriales han cristalizado lejos del ambiente que él creó. Me refiero a lo que él llamo la neolengua, que en caso extremo sería hacer desaparecer aquellas palabras que no nos interesan del ideario público. Para Orwell estas palabras serían algo como libertad o amor, términos que por medio de un depurado procedimiento funcionarial se convertirían en meros instrumentos del régimen.
Sorprendentemente, en nuestras democráticas sociedades ha nacido también una neolengua. No es una que borre partes de los significados de los términos, ya que eso era inviable, e incluso simplista. Nuestra sociedad ha desarrollado una combinación entre la neolengua y el doblepensar, otro término no menos terrible.
Lo más curioso del caso es que tales términos se han desarrollado en la parte del espectro que no dispone de poder administrativo, el elemento que Orwell creyó clave, sinó que se ha centrado en su poder mediático: cadenas de televisión, radio y prensa han facilitado la construcción de un nuevo entramado lógico que pretende encerrar al ciudadano en la más dura agonía.
No hace mucho, algún líder de algún partido opositor más que de oposición (ya sabe el lector que me refiero a un barbudo gallego) ha demostrado sus grandes dotes en tal arte. Desde luego, hay que felicitarle, puesto que debe ser el líder perfecto de un partido que dispone de la mentira y el insulto como única estrategia de su único juego político.
No voy a entrar en innumerables detalles de tal falsedad lingüística, pero remarcaré la última estelar aparición:
Resulta curioso como algunas de sus fatídicas previsiones ultradictatoriales han cristalizado lejos del ambiente que él creó. Me refiero a lo que él llamo la neolengua, que en caso extremo sería hacer desaparecer aquellas palabras que no nos interesan del ideario público. Para Orwell estas palabras serían algo como libertad o amor, términos que por medio de un depurado procedimiento funcionarial se convertirían en meros instrumentos del régimen.
Sorprendentemente, en nuestras democráticas sociedades ha nacido también una neolengua. No es una que borre partes de los significados de los términos, ya que eso era inviable, e incluso simplista. Nuestra sociedad ha desarrollado una combinación entre la neolengua y el doblepensar, otro término no menos terrible.
Lo más curioso del caso es que tales términos se han desarrollado en la parte del espectro que no dispone de poder administrativo, el elemento que Orwell creyó clave, sinó que se ha centrado en su poder mediático: cadenas de televisión, radio y prensa han facilitado la construcción de un nuevo entramado lógico que pretende encerrar al ciudadano en la más dura agonía.
No hace mucho, algún líder de algún partido opositor más que de oposición (ya sabe el lector que me refiero a un barbudo gallego) ha demostrado sus grandes dotes en tal arte. Desde luego, hay que felicitarle, puesto que debe ser el líder perfecto de un partido que dispone de la mentira y el insulto como única estrategia de su único juego político.
No voy a entrar en innumerables detalles de tal falsedad lingüística, pero remarcaré la última estelar aparición:
A ETA hay que derrotarla democráticamente
Reconozco que me llegó al corazón oir a Rajoy hablar de democracia: diálogo, negociación, comprensión, respeto... la verdad creí que eran ideas inexistentes en su concepción política. Luego (unos tres segundos después) pensé en la neolengua popular y su idea de la democracia, así que me animé a buscar la traducción y el verdadero significado de tal frase:
A ETA hay que derrotarla con la fuerza de las armas
Y, de nuevo, sentí una terrible pesadumbre. Porque lo que eso significa es:
Piense usted, amigo lector, si sin diálogo se puede terminar con tal lacra. Piense usted, amigo lector, si el Partido Popular está realmente interesado en el final de la violencia.... Le gustan demasiado los votos, y sabe que la tensión favorece su doblediscurso.
Y, de nuevo, sentí una terrible pesadumbre. Porque lo que eso significa es:
A ETA hay que mantenerla con la fuerza de las armas
Piense usted, amigo lector, si sin diálogo se puede terminar con tal lacra. Piense usted, amigo lector, si el Partido Popular está realmente interesado en el final de la violencia.... Le gustan demasiado los votos, y sabe que la tensión favorece su doblediscurso.
1 comentario:
Sin duda existe un nuevo lenguaje, nuevo pero no novedoso, que se denomina "frontismo" y que supone justo lo contrario del consenso y del pactismo, y que recurre a la fórmula de la confrontación para obtener la victoria electoral, así actuó el fascismo y el nacismo.
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